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    viernes, 26 de enero de 2018

    Esta boda fue falsa, pero la fiesta fue real

    No se trataba de una boda común y corriente. De hecho, era una boda falsa y una muy buena excusa para celebrar una fiesta.



    BUENOS AIRES — Durante la noche de un sábado en Buenos Aires, cientos de invitados se presentaron a lo que pudo haber sido la boda de la temporada. La novia y el novio estaban muy bien ataviados, al igual que los testigos, la familia y los amigos.
    Sin embargo, el altar era un escenario. Las preguntas del sacerdote a la pareja no fueron exactamente lo que uno escucharía en una iglesia. Los anillos de boda eran inflables, el pastel era de plástico y la Biblia tenía un tamaño enorme. Todo tenía un aire de burla.
    No se trataba de una boda común y corriente. De hecho, era una boda falsa y una muy buena excusa para celebrar una fiesta.
    Cientos de invitados que pagaron para asistir a la celebración. CreditMauricio Lima para The New York Times
    En caso de que quedaran dudas cuando la pareja (representada por actores contratados) dejó el escenario, brillaron luces de colores, el DJ inició la música a todo volumen y se anunció a los invitados que pagaron: “La boda es falsa, pero la fiesta es real”.
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    “El propósito de la boda falsa es transmitir alegría y diversión, además de vivir los momentos felices relacionados con el amor sin tener que caer en el ritual tradicional de lo que es un matrimonio”, explicó Nacho Bottinelli, de 30 años, uno de los organizadores.
    Mariano Zito, actuando como el sacerdote, dirigió la ceremonia de la boda falsa entre Nico Leguizamón y Laura Montini. Los anillos eran inflables y usaron una Biblia de un tamaño exagerado. CreditMauricio Lima para The New York Times
    Bottinelli dijo que a él y otros amigos se les ocurrió la idea hace cuatro años, mientras vivían en La Plata, una ciudad al sur de la capital.
    Las bodas verdaderas han estado en declive en Buenos Aires —ahora se realizan menos de la mitad de las que se celebraban hace unos veinte años—, pues las parejas simplemente se van a vivir juntas o esperan más tiempo para casarse.
    Cuando lo hacen, no necesariamente quieren una ceremonia tradicional en la iglesia. En 2014, una encuesta de Pew Research encontró que solo el 20 por ciento de los argentinos asisten a la iglesia con frecuencia, una de las cifras más bajas de la región.
    La fiesta con música en vivo y barra abierta continuó durante toda la noche. CreditMauricio Lima para The New York Times
    No obstante, a los argentinos les siguen encantando las bodas.
    Bottinelli y sus amigos se cansaron de esperar a que alguien de su círculo de amigos se casara para poder celebrar. “¿Qué tal si hacemos una boda falsa?”, recuerda que se preguntaron.
    La boda falsa habla de la paradoja social de un país que sigue siendo tradicional y abrumadoramente católico en cuanto a su cultura, aunque la tasa de divorcios ronda el 50 por ciento y las uniones civiles ya se aceptan.
    La parodia es tanto un guiño a la tradición como una forma de subversión. También se ha convertido en un negocio próspero. Los eventos tienen tanto éxito que Bottinelli y sus amigos ahora los escenifican en Buenos Aires alrededor de una vez al mes, y a veces más.
    Horas antes de la ceremonia, los actores ensayaron en el escenario. CreditMauricio Lima para The New York Times
    Hace poco los llevaron de gira a otras ciudades argentinas importantes, así como a Uruguay, y tienen planes de expandirse pronto a Chile, México y Estados Unidos.
    En los eventos, explicó Bottinelli, pueden conservar o desechar lo que quieran de una boda típica. No es de sorprender que mantengan las partes divertidas.
    Durante el curso de la noche, que se extiende hasta las seis de la mañana, hubo dos ensayos de boda y dos ceremonias de boda, cada una con divertidos intercambios de votos falsos. Los actores que eran la novia y el novio en la primera boda se convirtieron en los testigos de la segunda y viceversa.
    Un grupo de amigos se detuvo en una cabina para tomarse una foto de recuerdo. CreditMauricio Lima para The New York Times
    Tras bambalinas, los actores cambiaron de papel y se les maquilló y peinó; pusieron atención especial en Verónica Pacenza, de 26 años, quien actuó como la abuela del novio.
    Pronto los invitados —cada uno pagó cerca de 35 dólares para asistir— comenzaron a llegar. Algunos se tomaron fotos de recuerdo en una cabina inflable cerca de la entrada. Luego se dirigieron a la barra abierta.
    La ceremonia en sí es corta y coqueta, para que los invitados se pongan a tono con la fiesta. El espectáculo incluye a dos bandas y un DJ.
    Verónica Pacenza, una actriz de 26 años que hizo el papel de la abuela del novio, durante el proceso de maquillaje para envejecerla. CreditMauricio Lima para The New York Times
    El ritual de ponerle un liguero a la novia también adquiere un giro especial, con diez mujeres solteras y diez hombres solteros de entre los asistentes a quienes se invita a intentarlo también.
    ¿Y qué fiesta de boda estaría completa sin que la novia (en este caso, la actriz Laura Montini, de 35 años) lance el ramo?
    Una pequeña multitud se acercó. Una mujer eufórica lo atrapó, lo que significa que podría ser la siguiente en casarse. O no


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