Para la compañía Teatro de Ciertos Habitantes el escenario es un laboratorio. Fuente: Cortesía.
Para la compañía Teatro de Ciertos Habitantes el escenario es un laboratorio. Lo ha sido durante dos décadas desde su primer proyecto, Becket o el honor de Dios, la tragedia medieval que se estrenó después de un año de ensayar en el mismo espacio donde se montó: la escalera del Museo del Carmen.
Los habitantes de esta comunidad, que llega a tener hasta 50 personas involucradas en un montaje, son artistas dispuestos a llegar al máximo de su capacidad. Actores que tocan instrumentos, músicos que bailan, bailarines que actúan. Y todos se convierten en investigadores, pero no sólo de manera documental; indagan en la experiencia. Lo hacen a través del cuerpo y las emociones. Con un rigor que les exige a veces jornadas de cinco horas diarias, los siete días de la semana, durante largos periodos.
“Evitamos al máximo repetir fórmulas”, dice su fundador, Claudio Valdés Kuri.Sobre todo si tienen éxito. Tal fue el caso de El automóvil gris, su montaje sobre la película mexicana del mismo nombre, de 1919. Para esta puesta retomaron la técnica benshi del cine mudo japonés, en la que la acción es explicada por un narrador, quien se encarga también de los efectos sonoros. La obra estuvo de gira durante 12 años después de su estreno en México; se presentó en países de los cinco continentes.
Tanto gustó el montaje de El automóvil gris en todos los sitios donde se presentó, que la compañía recibió innumerables peticiones para realizar adaptaciones de otras películas con la misma propuesta escénica, recuerda Valdés Kuri en entrevista.
“Pero no nos apetece, no está en nosotros la intención el repetirnos”, zanja el actor y director. “Ser distintos hace más difíciles los procesos porque hay que crear un nuevo sistema de ensayos, nuevas dinámicas para sorprender al actor y sorprenderse uno mismo”.
LA MÁXIMA: SER ÚNICOS
Para Valdés Kuri el proceso previo al montaje es parte de la obra, por eso nunca utiliza el mismo método de trabajo en dos piezas. Hay algunos títulos que le ha tomado años llevar a las tablas.
La investigación para La vida es sueño, por ejemplo, le tomó 20 años. El director cuenta que leyó recurrentemente el auto sacramental de Pedro Calderón de la Barca y estudió esa alegoría de la historia teológica Occidental desde que Ludwik Margules, su profesor en el Centro de Capacitación Cinematográfica, le recomendó: “Tienes que dirigirla”.
Cuando leyó la obra por primera vez no la entendió completamente, admite. A lo largo del tiempo, a la par de su interés en temas de hermetismo, numerología y alquimia, su comprensión del texto se profundizó.
“Tiene varios niveles de lectura: la dramática, la religiosa y otra más interesante: la ocultista. En ella están presentes temas como la geometría sagrada y el desarrollo de la conciencia. Calderón de la Barca es una de las mentes más brillantes del Barroco. A los 50 años entró al sacerdocio, en la cúspide de su carrera, supongo que para tener tiempo para la investigación alquímica y elevar a sus personajes a figuras filosóficas”, observa Valdés Kuri, quien para montar el texto se introdujo con sus actores en el estudio de conocimientos alquímicos como parte de la investgación escénica. “A los actores les apasionó. Estudiamos durante un año y medio, diario, en busca de la forma más sencilla de transmitir este código”.
La puesta se resolvió de forma matemática. Catorce varones actuaron en la puesta en la que, por primera vez, tocaron instrumentos musicales en escena. La métrica musical, igual que el movimiento escénico en círculos, cuadrados y triángulos, ilustran el aspecto ocultista del texto.
“Nuestra forma de trabajo es muy exigente. Suena muy atractivo formar parte de la compañía por su presencia nacional e internacional, pero mantenerla no es nada fácil, los procesos pueden durar un año, año y medio, es una investigación que nadie nos paga”, explica.
Para la ópera El Gallo, estrenada en 2011, decidieron cambiar completamente su ruta. El día del primer ensayo no tenían un tema ni una estrategia narrativa definida. La única indicación que el director y el compositor Paul Barker dieron a los seis actores que participaron fue que estuvieran interesados en la música. Su renuencia a repetir métodos de trabajo los llevó incluso a crear un lenguaje sui géneris para esta obra, que versa sobre su propio proceso artístico. “Un experimento aterrador y divertido”, recuerda Valdés Kuri. La pieza fue premiada en Inglaterra y en Portugal.
El trabajo con las experiencias personales de los integrantes de la compañía es también fuente de inspiración. Así surgió De monstruos y prodigios. La historia de los castrati, la segunda obra en la trayectoria de la agrupación.