Durante dos meses, Yéssica Kika Chávez compartió el campamento con Julio César Chávez júnior en el Centro Ceremonial Oto- mí, en las montañas del estado de México. Alternó no sólo los espacios para correr y entrenar, sino, principalmente, la tutoría del entrenador Ignacio Beristáin.
Eso no supuso ningún problema, cuenta la boxeadora, pues siguió un programa de preparación de corte más convencional, corría al amanecer, entrenaba al mediodía. Nunca se empalmaron los tiempos con el júnior, quien empezaba su jornada ya bien entrada la tarde y hacía sus sesiones de gimnasio por la noche.
“Le faltó mano dura a Nacho”, resume la campeona mundial.
Kika se preparó para exponer su campeonato mundial del Consejo Mundial de Boxeo (CMB) en peso mosca ante Ana Arrazola, este sábado 13 de mayo. Una preparación que la dejó satisfecha, pues los hábitos de trabajo del júnior le permitieron contar con la atención total de Beristáin.
“Por eso puedo decir que en esta preparación tuve la atención ciento por ciento de Nacho, porque mis horarios eran más tra- dicionales”, cuenta Kika; cada quien tiene su manera de trabajar, pero a mí no me parece adecuado entrenar tan tarde, eso habla mucho del espíritu deportivo.
La proximidad con el equipo de Chávez júnior le permitió ser testigo de la tensión que lo rodeó
La concentración que requiere el trabajo para una pelea tan importante se rompía por la presencia desbordada de gente.
No era el ambiente más sano, el papá se mete mucho, le presionan demasiado y hay mucha gente alrededor. Así no puede existir concentración, relata Kika. En los entrenamientos Chávez papá no deja ser a su hijo, creo que ya debe hacerse a un lado.
Yéssica también es hija de un boxeador profesional, de ahí proviene su nombre de guerra, Juan Manuel El Kiko Chávez. Recuerda que en su etapa amateur su padre también intervenía demasiado.
Tuve que decirle que ya era tiempo que me dejara hacer mi carrera, entendió que ya había volado por su cuenta y que ahora me tocaba a mí hacerlo de forma independiente.
A Kika le dolió ver al júnior reducido a un muñeco sin iniciativa, inmóvil y derrotado desde que sonó la primera campanada. Le desmoralizó ver ese triste episodio y recordó que cuando enfrentó a Ibeth Roca Zamora, en 2014, también pasó por un proceso de sacrificio para dar el peso paja. La consecuencia de aquella tortura fue una derrota, pero en la que se esforzó por sacar el orgullo y responder a la vencedora.
Yo viví algo similar a lo del júnior, me mató aquella vez dar el peso, cuenta; “estaba totalmente deshidratada, pero me las arreglé para sacar algo de casta, de responderle al menos con unos seis golpes de orgullo. Había que ponerle ovarios y me decía: ‘esta Roca no se va limpia’”.
Kika piensa que la vocación es lo que hace que un boxeador llegue a la cima. Ella así lo vive y este sábado pondrá a prueba lo aprendido en esos dos meses compartidos con el sinaloense.
Yo tengo una meta, vencer para pasar a la final del torneo por el cinturón diamante del CMB, explica; este torneo demuestra que el boxeo de mujeres es una realidad, aunque todavía nos falta consolidarnos en el corazón de la afición, que vea que nosotras peleamos con algo que no se juega, el orgullo.